miércoles, 12 de octubre de 2011

El patriarcado y la ciencia: el ejemplo de la medicina

Hoy, para participar activamente en la revolución de las rosas de los miércoles, transcribo un fragmento de un artículo publicado por Joaquín Hortal Carmona en la revista Quillotro. Contiene una valiosísima información para todas las mujeres, habla sinceramente de la inutilidad de muchos procedimientos rutinarios y del ensañamiento de la medicina hacia las mujeres. Este valor se ve incrementado porque el autor es médico. Las nuevas generaciones de médicos tienen una visión más crítica. Espero que este sistema siga mutando gracias a todos los que queremos cambiar el mundo.

El machismo y la ciencia: el ejemplo de la medicina

Con la intención de añadir un nuevo punto de vista, yo haré alusión a la relación de la mujer con la nueva religión del s. XXI: la ciencia, y más en concreto la medicina. Me explico: digo lo de nueva religión porque las promesas que otrora hacían los curas de transcendencia y vida tras la muerte, ahora las hacen los médicos y médicas: la transcendencia en vida, la invulnerabilidad, la vida pseudo-eterna ya no son cosas de sotanas sino de batas. Pese a que nos declaremos cristianos en altos porcentajes, ante la enfermedad los dioses se quedan a un lado y la creencia se centra en la medicina con una ceguera tal que no somos capaces de distinguir sus inmensas limitaciones. Así, si bien coincido con Isidora en que la religión ha dado cobertura moral y legal a la discriminación de la mujer en nuestra sociedad en el pasado, hoy día su poder es muy limitado, y destaca la forma en que la ciencia es ahora la que es capaz de perpetuar las estructuras machistas. Aunque esta discusión tiene muchas aristas.

Mientras la medicina se adueña de la fe, la sociedad se medicaliza hasta el absurdo de no creernos sanos hasta que el médico o médica nos lo certifica. La mujer, muy por delante del varón, es la víctima propiciada de los excesos de medicalización de nuestra sociedad y de eso podemos aportar muchas y lamentables muestras.

Pongamos un primer ejemplo de encarnizamiento de la medicina con la mujer: el embarazo. Las que habéis estado embarazadas o lo estáis en este momento lo sabéis: analítica antes de la 12, la 16 y la 28 semanas de gestación, ecografías en la 12, la 22 y la 32, correas en la 38-40, estreptococo y coagulación en la 36, matrona o enfermería en la 8, la 16 y la 28, médico de familia en la 16 y 24 y 36, la tensión, el peso, … y lo que se me olvida. Y todo para una situación ¡absolutamente normal! ¡absolutamente fisiológica! como es el embarazo. Conozco muy pocas enfermedades que se les haga un seguimiento analítico tan violento durante 9 meses, y, mira tú, ¡el embarazo no es una enfermedad! El problema es la escasa base científica de tanta prueba. La OMS recomienda una sola ecografía en todo el embarazo: las mujeres pudientes salen, fácilmente, por 6-8 (las de la seguridad social y las del ginecólogo/a recomendada por la suegra, amiga, prima, etc); pero es que no hay pruebas científicas de que sea necesario hacer ni siquiera esa única ecografía en todos los embarazos: realmente solo habría que hacerla en embarazos de alto riesgo. Y como esto el resto de intervenciones: analíticas, toxoplasma, y no sigo… La mayoría de estas intervenciones van dirigida a detectar malformaciones y así decidir si abortar, pero es que a la mayoría de las mujeres ni siquiera se les pregunta ¿abortaría usted? Porque de no estar dispuesta a abortar, ninguna de estas intervenciones tiene sentido.

Otro ejemplo: la mamografía. Hablemos de números: para detectar un único cáncer de mama curable es necesario hacer 10.000 mamografías a 2.000 mujeres durante 5 años. Hasta aquí perfecto: si hay que hacer 10.000 mamografías y salvamos una vida, nada que objetar; pero no podemos olvidar que la mamografía tiene efectos secundarios. Así, a 200 de esas 2.000 mujeres la mamografía les dará una imagen sospechosa sin tener cáncer (falso positivo): se les realizará una biopsia, tendrán estrés emocional, ansiedad, depresión, baja laboral, tensión con su pareja, con sus hijos…, todo innecesario, hasta que el resultado de la biopsia les diga que no tienen cáncer. Pero peor aún, a 20 de esas 2.000 mujeres, la biopsia también les dará un falso positivo y se les extirpará un pecho, se les administrará quimio y radioterapia sin tener cáncer. ¿Y si una de esas 20 mujeres muere en la intervención? ¿Estará justificada la vida que se ha salvado con las 10.000 mamografías? A casi la mitad de las mujeres que os exponéis entre los 50 y los 70 años a una mamografía cada dos años os van a decir un día que os ha salido algo en la mamografía que hay que biopsiar, y vais a sufrir innecesariamente hasta que os digan que no era cancer… que deciros de perder un pecho innecesariamente. La mamografía disminuye la mortalidad por cáncer de mama, sí, pero de forma muy limitada, del 0,5% al 0,4%, y sus efectos colaterales son tan graves que no compensan la intervención. ¿Por qué entonces se siguen haciendo mamografías? ¿Por qué esa apología de la mamografía tan violenta que sufren las mujeres por parte de todas las administraciones? ¿Por qué este encarnizamiento gratuito con la mujer? Mi conclusión no es que se retire la mamografía pero sí que se os informe a las mujeres de a que os arriesgáis cuando decidís haceros una mamografía y que así decidáis libremente hacerla o no.

Y otro ejemplo: la citología no ha demostrado disminuir mortalidad por cáncer de cuello de útero en la mujer, como tampoco lo ha demostrado hasta el momento la vacuna del papiloma virus, mientras que ambas intervenciones tienen efectos adversos: ¿Por qué entonces se hacen? El papiloma virus también se ha relacionado con el cáncer de pene, ¿por qué no se recomienda vacunar a los varones? La base científica es la misma: mínima hasta el momento.

Y otro más: La menopausia se quiso convertir en una enfermedad tratable por los sofocos, sequedad vulvar, depresión, etc. Así, a finales de los 90 médicos/as de familia y sobre todo ginecólogas/os decidieron sin ninguna base científica tratar a todas las mujeres menopáusicas con hormonas. La consecuencia fue un reguero de mujeres muertas por cáncer de mama provocado por estos tratamientos hormonales: el tratamiento se retiró y hoy día solo está recomendado en pacientes ¡enfermas! y por un tiempo inferior a 3 años: ¡Y de esto sólo hace 10 años!

Y más: ¿A alguna de vosotras os han dicho alguna vez?: “Cómo tienes “X” años y no te ha visto nunca un ginecólogo”; seguro que todas la habéis escuchado alguna vez. La respuesta es fácil: “¿Para qué?, si yo no estoy enferma, ¿por qué habría de verme un ginecólogo?”

Y que decir de las enfermedades diagnosticadas hasta 10 veces más en mujeres que en varones: la depresión o la fibromialgia. En general trastornos con un gran componente cultural y que la medicina remedia con fármacos de dudosa eficacia, frecuentes efectos adversos y pingües beneficios para la industria farmacéutica.

Y no termina aquí, hay más actuaciones médicas dudosas sobre las mujeres: el tratamiento de la osteoporosis o el uso injustificado de aspirina para prevenir los infartos.

La excesiva medicalización de la sociedad afecta a mujeres y varones, pero, el trato que la medicina da a la mujer y el varón es distinto, es asimétrico, es mucho más agresivo para la mujer. Cánceres mucho más frecuentes en varones y también mucho más mortales, como es el cáncer de pulmón, se han mantenido alejados de intervenciones preventivas sin base científica como fueron las radiografías en el pasado o el TAC a todos los fumadores en el presente. Y es curioso que una prueba que sí ha demostrado disminuir mortalidad por cáncer de colon, como es la determinación de sangre oculta en heces cada dos años a partir de los 50, no tiene ni la mitad de promoción por parte de los medios que la mamografía o la citología (aunque últimamente he visto un par de veces al ex-torero Ortega Cano recomendándola en televisión).

Una excepción en el varón: se ha hecho durante años y aún hoy persiste la determinación del PSA y el famoso tacto rectal para el cáncer de próstata: sabemos que ni uno ni otro disminuyen mortalidad por cáncer de próstata y hay que huir de ambas intervenciones con carácter dañino: ¿Cuántas próstatas se han biopsiado y operado innecesariamente por un PSA elevado?

¿Por qué se ensaña la medicina con la mujer? Propongo una interpretación de esta agresión médica a la mujer que está en la línea del materialismo histórico: en nuestra economía de mercado la medicina, el acto médico, es un producto de consumo más, con su demanda, su oferta y su precio. De forma cultural, en la sociedad machista, la mujer tiene asignadas diversas tareas: la gestión de las labores del hogar, la educación de los hijos, el cuidado de los mayores… etc, y también la salud familiar: la mujer tiene grabada la función de cuidadora de todos. Al ser la mujer culturalmente más sensible al producto médico, el mercado sabe a quién dirigirse, y por tanto la oferta médica es más amplia y encarnizada sobre el consumidor principal: la mujer. Esa actitud del mercado hacia la mujer, que está legitimada como decía Maeda por la democracia, perpetúa esa asignación de tareas a cada género, es decir, perpetúa la sociedad machista.

Para terminar una conclusión: si yo fuera mujer y estuviera o me sintiera sana, jamás me acercaría a una médica o a un médico. Y si fuera mujer y me sintiera enferma, preguntaría, y mucho, antes de aceptar pruebas diagnósticas o tratamientos; trataría de obtener suficiente información para libremente decidir sobre mi salud.

Por: Joaquin Hortal Carmona

3 comentarios:

  1. Genial artículo. Me identifico y lo comparto al 100% Yo sólo me he hecho dos citologías, una cuando me investigaban una época en que me sentía mal y al final de muchas pruebas me detectaron un prolactinoma, y otra en el embarazo. Ninguna fue voluntaria, me sentí fatal en ambas y nunca me explicaron por qué me las hicieron. Ahora tengo claro que no pienso hacerme más.
    En cuanto al prolactinoma, vivo con él y no me molesta. Una de las endocrinas que me vio, (la más coherente), me dijo que no le hiciera caso, que fue un hallazgo casual y cuando una panda de médicos se pasan meses buscando algo, al final algo encuentran. Total, que sólo me sentí enferma cuando los médicos dijeron que lo estaba.
    Así que, según mi experiencia, espero no tener nunca un cáncer o una enfermedad grave, pero lo que tengo claro es que hasta que no lo tenga no pienso preocuparme por él.

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  2. Yo cuando estaba embarazada me negué ha la citología. Y no pasa nada. Es un tratamiento incómodo, humillante y según la física cuántica si hay varias personas buscando células cancerígenas entre tus tejidos hay muchas posibilidades de que las encuentre (las cree con su mente).
    Un abrazo

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  3. Muy buen artículo Laura! totalmente de acuerdo contigo, un abrazo! ;-)

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