viernes, 28 de octubre de 2011

Chupa y calla


Como me alegro de que Martín nunca haya tenido un tapón para la expresión de emociones como el que muestra la imagen. Dicen que es más fácil criar a los niños con uno, pero me consta que es mucho más difícil vivir si lo has tenido en tu infancia.

Yo soy el vivo ejemplo de esto. Cada vez que me encuentro en una situación dónde tengo que hacerme valer, ser firme, poner límites y mantenerme en mi sitio y por lo que sea no lo consigo (generalmente miedo al rechazo) suelo estar al día siguiente con dolor de garganta o afonía. ¿Habrá alguna relación con el chupete?

Cuando el niño pide brazos o presencia materna (necesidades básicas), o cuando expresa cualquier tipo de incomodidad o dolor a través de la única herramienta de la que dispone para manifestárnoslo "el llanto" y recibe como respuesta un "no llores acompañado de un trozo de goma en la boca", el mensaje que recibe es: LO QUE TÚ NECESITAS NO IMPORTA.

Así aprendemos a desconectarnos de nuestras necesidades, a ponernos en último lugar, a no hacernos valer en situaciones que nos violentan o nos humillan (que se dan muchísimo dentro de este sistema patriarcal y jerarquizado).
Así aprendemos a obedecer al maestro, a no rechistar, ni discutir aunque nos parezca absurdo lo que dice el jefe, el profesor, el cliente, el funcionario, el político...
Así aprendemos a callarnos y aguantar, en lugar de pedir y reivindicar. En lugar de decir NO al abuso de poder, a los trabajos absurdos y sin sentido a cambio de dinero, a las necesidades impuestas, a separarnos de nuestros hijos a los cuatro meses para hacer trabajos que no tienen nada que ver con nuestra esencia, a que nos impongan parir como, donde, cuando y con quién otro decide.
Así aprendimos a ser espectadores pasivos ante la caja tonta que nos adoctrinó en los valores que quiso el gobierno de turno. Así aprendimos a tragar sin reaccionar.
Así se fabrica gente que no denuncia ni grita, que no sale a la calle a mostrar su inconformismo en época de cambios sociales. Así vivimos rodeados de personas que se creen insignificantes, desconocedores de su ilimitado potencial y su gran fuerza. Así empieza la adicción a la aprobación del otro y el miedo de perder la poca libertad que nos permitimos.

Ese miedo es real, es un miedo que quedó preso en el cerebro de un bebé, es una conexión neuronal en la que estamos atrapados porque se hizo en un cerebro sin madurar, sin más posibilidades, sin capacidad de gestión emocional. Cuando el miedo nos atrapa, nos sentimos paralizados, impotentes y se activan los mecanismos de supervivencia. Comienza a regir el cerebro reptil que sólo permite tres reacciones: bloqueo, huida o parálisis.

Ahora tenemos poder, somos adultos y tenemos muchas más neuronas, podemos conexionarlas de otro modo, podemos gestionar nuestro miedo...hemos madurado. A veces, seguimos dejando que aquello que se grabó en la etapa primal se apodere de nuestras vidas y nos paralice, bajo la creencia subyacente de que no valemos, de que no somos importantes.

La gran noticia es que nuestro cerebro es plástico, podemos cambiar, podemos reinventarnos, podemos ser y vivir como decidamos. En la era de la conciencia. los genes se transforman contigo y las neuronas se regeneran.

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