domingo, 18 de abril de 2010

Maternidad consciente

Fui una niña sin instinto maternal, en mi infancia jugaba y soñaba con ser mayor y volar lejos. Mi deseo era salir de allí y vivir mi vida.

No fue hasta los 20 años que realicé un trabajo de limpieza de la infancia y la adolescencia, dónde tuve la oportunidad de revivir mi propio nacimiento y sanarlo emocionalmente. Era un grupo de unas veinte personas, parecía que nacer, para la mayoría, había sido una bonita experiencia. Yo conecté con unas emociones tan intensas de abandono y miedo que sólo se escuchaba mi llanto desesperado y mis gritos en la sala. Lloré, lloré, lloré acogida por un paciente abrazo que me acompañó en mi sanación y en la expresión del dolor. Allí fue dónde me di cuenta que algo no estaba bien en mi nacimiento, y a partir de aquel día me interesó la maternidad. Se despertó en mi un gran instinto y una gran sed de conocimiento.

Hasta entonces no me había cuestionado nada en lo que se refiere al nacimiento y a la maternidad. De niñas vemos que los muñecos vienen acompañados de complementos como carritos, biberones, chupetes…También nos explican que nacimos en el hospital, para la comodidad de los adultos y para no enfrentar sus prejuicios sexuales, siempre evitando nombrar la palabra vajina se nos explicaba de tal forma que creíamos que es más normal una cesárea que un parto natural. Tuvimos muñecas embarazadas que parían por la barriga. La televisión se ocupó de mostrarnos a las parturientas dando gritos de dolor, tumbadas boca arriba y en la máxima pasividad, mientras esperaban que un doctor les extirpara al bebé cómo quién extirpa un tumor.

Todas estas imágenes han normalizado prácticas que no son para nada normales. Doy gracias porque el encuentro con mi instinto maternal se dio a los 20 años y pude explorarlo desde la adulta, con acceso a otra información y sobre todo lejos de la familia. Comencé mi investigación en mi propio nacimiento, yo ya sabía algunos detalles y era de sentido común apreciar que había sufrido, pero nunca se me mostró como un nacimiento traumático, ni difícil y aún menos como algo importante para mi vida. Por la ignorancia de mis propios padres.

Mi madre fue anestesiada, con anestesia total, lo que significa que yo también en cierto grado. Gracias a este adormecimiento no tuve la suficiente valentía para continuar mi viaje por el canal del parto y con una ventosa me sacaron. Mi cabeza quedó totalmente desformada y mi ojo izquierdo estirado y fuera de su sitio. Quizá por eso desarrolle el doble de miopía en mi ojo izquierdo que en el derecho. Lo que yo registré en aquella regresión más que el dolor físico fue un intenso dolor emocional, una gran sensación de abandono, de soledad. El pensamiento era “mi madre se ha ido, no hay nadie que me acoja, me voy a morir”. Este sentimiento se ha repetido innumerables veces y yo misma sin darme cuenta he creado y recreado abandonos, uno detrás de otro, sobre todo en mi infancia, mi adolescencia y primera juventud. También me contaron que pasé tres días y tres noches llorando y por supuesto separada de mi madre. Allí viví una gran muerte espiritual, allí perdí mi fe y confianza en la vida, en Dios. Algo que he tenido que trabajar mucho para recuperar, soltar el miedo y volver a confiar, dejar de controlar para que llegue la comprensión de que lo que acontece tiene un sentido, la fe en mi y en la vida. Allí se forjó parte de mi personalidad, las inseguridades, el miedo a que los demás no me quieran y me abandonen, la personalidad agradadora porque allí aprendí que la estrategia del llanto no funcionaba o sea la expresión de lo que necesito, mis demandas no eran importates.

Explico todo esto para mostrar como un momento cómo el nacimiento puede marcar las pautas de toda una vida y hay quién jamás despierta a esta realidad. El nacimiento es sagrado y me siento como mujer con la responsabilidad y el inmenso poder de proporcionar un nacimiento respetado a mis hijos y de compartir con todo el que lo desee mi experiencia.

Es de vital importancia que las mujeres nos replanteemos la maternidad y todas las prácticas que la rodean. Dejarnos llevar sin conciencia por lo que dice la sociedad no nos ayuda a nosotras, ni a nuestros hijos, ni a la evolución de este mundo. Además son modas y van cambiando, la conexión con nuestra intuición y sabiduría femenina no pasa de moda.

Mi invitación es a conectar con nuestra propia infancia, con nuestro nacimiento, con lo que necesitábamos. No necesitábamos chupetes que nos taponaran las emociones, no necesitábamos que nos atiborraran de comida para desconectarnos de lo que sentíamos o para que no expresáramos lo que nos pasaba, no necesitábamos paseos en carrito, ni nos gustaba despertar en la cuna y descubrir que no había nadie a nuestro lado. Sí necesitábamos el calor de nuestra madre y de nuestro padre, su mirada, sus abrazos, la leche materna en el momento y cantidad que necesitábamos, su presencia…

Desde que estoy embarazada se han avivado muchos recuerdos de infancia, entre ellos uno que me sirve de gran inspiración, el ser que más me sirve como ejemplo en mi transitar por la maternidad es mi perra de infancia "Perla". Tengo tanto que agradecerle... fue y es una gran maestra para mi. Me vienen tantas imágenes, claro, tenía un embarazo por año, así que estaba prácticamente maternando siempre.

Me acuerdo de verla tumbada al sol con su barriga enorme, solo hacía comer y dormir. Prácticamente como yo estoy ahora.

Para parir, se buscaba un sitio oscuro, silencioso, íntimo unos días antes lo preparaba. También yo me encuentro en esa tesitura ahora, he seleccionado cuidadosamente a las personas que van a estar en mi parto, he escrito un plan de parto con todas mis voluntades para que se nos trate de un cierto modo a mi y al bebé, he decido que el lugar es mi casa, procuraré mantenerla cálida y en penumbra, y estoy procurando que todo esté como yo quiero para ese momento. Lo que si me distingue de mi perra y por lo que estoy muy agradecida es porque el padre está a mi lado, protegiéndonos y cuidándonos. Hoy se sabe que todas estas condiciones son las que favorecen la segregación de la oxitocina (la hormona que desencadena el parto), desde luego el frío del quirófano, las luces intensas, el transitar de desconocidos y la falta de respeto a la voluntad de la verdadera protagonista del parto sólo favorecen el dolor, amen de la postura, la inmovilidad, la vía en la vena...

Una mañana me llamó mi padre y me llevó hasta el escondrijo de mi perrilla, ya tenía varios cachorros pero en aquel instante vi salir uno más. Vi como salía fluidamente mientras ella lo ayudaba y a la vez lo limpiaba con la lengua. No percibí ningún tipo de sufrimiento en aquel acto. No había dolor, era algo suave, natural incluso placentero. Yo la recuerdo satisfecha de estar haciendo lo que tenía que hacer, también recuerdo haberla visto disfrutar de tener varios perrillos mamándole. Nadie le dijo que los malcriaba durmiendo con ellos, ni dándoles presencia continua, ni dejando su pecho a su disposición y libre administración. Si no le llevábamos comida no salía a comer y para hacer sus necesidades se alejaba lo más mínimo corriendo a toda velocidad en un momento en que no hubiera nadie cerca. Era una madre maravillosa. No se complicaba, sabía que en ese momento tocaba criar y eso es lo que hacía, sin pensar en lo que debería estar haciendo, es un tiempo limitado y lo más sabio es disfrutarlo.

No se apartaba de sus cachorros ni un segundo y los perrillos sólo necesitaban lo que su madre les daba, calor, la seguridad de su cuerpo, su leche. La gran revolución de la crianza natural “leche materna a demanda, colecho y porteo”. El gran descubrimiento de las madres avanzadas de nuestra época.

Quizá el mayor de los aprendizajes que me regaló fue el momento del desapego. Cuando los cachorros ya comían por si solos y podían moverse con agilidad. Cuando ella sabía que era el momento les sacaba los dientes y les gruñía cuando intentaban acercarse para mamar. No había sentimientos de culpa, ni había generado dependencia de sus hijos poniendo sobre sus espaldas expectativas para su vejez, no se había identificado con el papel de ser sólo madre, ella no perdía su identidad, sabía continuar su vida sin sus crías, siempre con la satisfacción de haber hecho lo correcto en cada momento, de haber creado seres capaces de emprender sus propios caminos. Cuando llegaba el instante justo les hacía el mayor regalo que una madre puede hacer a un hijo después de la vida, "la libertad". Gracias Perla. Y gracias o todos por leerme.

3 comentarios:

  1. Hola Laura, me has dejado casi sin palabras. Es un relato tan bello, tan emotivo, tan profundo! Felicidades por tu voluntad y tu fortaleza de llevar a cabo tu elección.
    Tu post me remueve, mi medico me ha dicho que existe posibilidad de cesárea. Y no quiero. Mi niña no se acomoda y estoy intentado andar a gatas por mi casa para ver si se da vueltas. Me había imaginado ponerme de parto y que ella llegue cuando esté lista, recibirla y llevarla a mi pecho... estoy hecha un lío :)
    Te dejo un fuerte abrazo!

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  2. Hola Carina, gracias por compartir esto conmigo. Quería decirte que si nace por cesárea es porque ha de ser así y ella lo tendrá pactado. Quizá el trauma de mi nacimiento es lo que me ha convertido en una buscadora y me ha hecho como soy ahora. De todas formas está bien que hagas todo lo que esté en tú mano para evitar la cesárea, a mi me ayudan muchísimo las afirmaciones, las visualizaciones...Y no sé si estas muy avanzada pero por medio de la haptonomía se puede hacer que el bebé se acomode sólo comunicándose con él a través de caricias a la barriga. Yo no he podido hacer haptonomía pero he leído algo y me acaricio la barrica con la mano derecha y con la izquierda en el corazón voy explicándole que va ha llegar el momento del parto y que tendrá que introducir la cabeza por el canal, bueno se lo voy explicando. Quizá tú puedas explicarle la postura que tiene que tomar.
    Otra cosa que me ha ido bien es escribir el plan de parto totalmente en positivo, nada de lo que no quiero, sólo lo que quiero. Esto lo grabé con mi voz y lo escucho a menudo.

    En fin, cuantas cosas. Ánimo y calma. Verás que todo va ha ir muy bien y pase lo que pase estáte segura de que estas haciéndolo lo mejor que puedes.

    Un beso grande.
    Laura MH

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  3. Gracias! que bonitas palabras... estoy haciendo algunas cosas de las que dices, sobre todo hablar con ella, acariciar la barriga, tambien le habla su hermanita y su papá. Aqui la esperamos con muchas ganas y amor. Ya queda poquito para recibirla! un abrazo

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